Ahogado y taciturno se pierde mi cabeza la piedra en el lago.
Una murria se apodera del alma y el frió amenaza la piel como el filo de una
navaja, recuerdos y melancolía queda después del silencio, “escalofríos y sudor”,
los ojos abrumados y sin llanto pues ya otras noches hicieron estragos en ellos, el corazón en su palpitar una
nostalgia de vals que se baila lento y trágico, el nudo en la garganta, las
manos pesadas, caris bajo en el camino, pensando en el regreso pateando piedras
al futuro, destrozando ventanales y mirando mi reflejo en los cristales rotos,
al final la luz del amanecer es la que
se apodera de la carne, la que hace renacer, volver a levantar la mirada para
volver a empezar otra vez a caer.
Camilo Marin Angel - Desde Marrique
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